Aunque el acueducto y muros de ladrillo donde se apoya la Noria, según arqueólogos, ingenieros y arquitectos, denota que existiría una anterior Rueda, de menor diámetro que la de hoy, sólo disponemos de documentación de su instalación a partir del S. XV. El 10 de julio de 1451 el Deán de la Iglesia de Cartagena, Fernán Alonso de Oña, manifestaba ante el Concejo de Murcia: “…de cómo en término y territorio de Alcantarilla, que es de los señores Obispo, Deán y Cabildo de esta Iglesia de Cartagena…, por beneficio de esta ciudad y de los dichos secanos…, él se disponía a hacer en la actual acequia Mayor de Alquibla (Barreras), una añora que sacase agua… Y los dichos señores del Concejo y Corregidores… mandaron que se dé la dicha licencia para poner dicha añora a la dicha acequia, parte debajo del cabezal de la acequia del Turbedal…”. (Murcia, Archivo Histórico Municipal. Actas Capitulares del Concejo de 10-VII-1451).
Más tarde, el 15 de noviembre de 1550, tras larga serie de pleitos entre las autoridades civiles y eclesiásticas, en los que intervino el Corregidor Cristóbal López, se llegó a un acuerdo para remozar el artefacto. La nueva Rueda tenía 45 palmos de diámetro, con un caudal de riego para 3000 tahúllas, en tandas de horas alternas.
La última y vieja Rueda, de la que se conocen todos sus datos, había sido construida en 1.835 en tiempo de Isabel II, bajo la regencia de su madre María Cristina, por encargo al carpintero artesano de esta villa, Pepe Jesús Ortiz, que a su oficio unía el cargo de Alguacil mayor del Concejo.
Posteriormente en el libro de Redención y Nueva Pertenencia (vitrina sala I del museo) de la Rueda y acueducto, en el año 1850, el artilugio vuelve a reponerse, constando que la máquina y sus derechos de riego son adquiridos por el Heredamiento de Propietarios de la Villa de Alcantarilla en 36.666 reales con 22 maravedíes, donde a pesar de esta compra, sus beneficiarios, se obligaron a pagar a la antigua propiedad, la fundación del Cardenal Belluga, 1.100 reales anuales y el derecho de riego gratuito para 16 tahúllas del Huerto de los Frailes.
Como deducción del estudio realizado por especialistas, la actual Rueda metálica parece reflejar la estructura de la Noria de madera a la que sustituyó, que igualmente, había sido construida por el artesano carpintero Salvador Ortiz Arnaldos en 1.890, quien viajó a Barcelona para encargar el eje de la nueva Rueda y documentarse a la vez sobre la evolución de estos ingenios, con vistas a ser aplicados a un mayor rendimiento. Fue felicitado por el éxito del funcionamiento de su nueva Rueda, al conseguir elevar doble cantidad de agua que la Noria vieja.
La actual Rueda de hierro, fue instalada en 1.956 por la Sociedad Metalúrgica Naval y Terrestre de Alicante, interviniendo en el diseño y operaciones de montaje, la saga de artesanos de la madera locales para este tipo de ingeniería hidráulica, Francisco Ortiz y Francisco Ortiz hijo. El importe de este nuevo artefacto ascendió a 300.000 pesetas, que se pagaron por los más de doscientos propietarios que integraban el Heredamiento de la Rueda de riegos.
El ingenio es movido por el agua de una de las dos acequias mayores o madres, la Alquibla Mayor, o Barreras, margen derecha del Rio Segura, que parte del Azud o Contraparada, cuya presa regula el Sistema de Riegos Tradicional de la Huerta de Murcia. Es pues, la del conjunto monumental de este Museo de la Huerta, una típica rueda de impulso por corriente de agua, dotada de unas características específicas que trataremos de reseñar. Mide 11 metros de diámetro por 1,90 metros de anchura. Las dos coronas o costados circulares del artilugio, poseen llantas huecas integradas, de sección rectangular, donde se alojan 72 cangilones (36 por corona), abriendo su boca lateralmente hacia la cara externa para repartir el agua por gravedad, en su movimiento giratorio sobre dos canales superiores del acueducto, a la altura máxima de su gálibo, a 8 metros de la superficie del agua. Las coronas quedan armadas mediante la sujeción de 24 radios (12 por 12) arriostrados alternativamente cada tres cangilones. La disposición de los travesaños origina en cada costado un doble anillo concéntrico de perímetro poligonal. Entre corona y corona, al nivel de cada cangilón, se tienden paralelamente a una distancia de 1 metro aproximadamente 36 paletas rectangulares de perfil parabólico, contra las que choca la corriente de agua, que impulsa el giro elevador.
La energía se produce mediante el impacto del agua en caída, procedente del ancho canal, cuya figura es un embudo que concentra la fuerza, ejerciéndola con el salto de la corriente en dirección al estrechamiento del cauce, donde verticalmente, se encuentran interpuestas las paletas parabólicas de la Rueda. Se sostiene sobre un sólido eje horizontal de hierro, en acero dulce, redondo, de 0.40 metros de diámetro hacia el que convergen los radios sujetos por sendos platos internos, fundidos al mismo. Los extremos de este eje se embuten en cojinetes de bolas de acero, que a su vez se encajan en los flancos de obra, formados por unos potentes muros de ladrillo macizo, con dos arcos apuntados sobre dicho eje, de 1,85 metros y 2,10 metros de luz, por cuyas cumbreras discurren los canales donde vierten los cangilones.
Las dos márgenes del canal que reciben el agua para llenar el acueducto, fechado con una amplia cronología histórica entre los siglos IV al XV, según informe técnico de la Dirección General de Cultura de 12 de Noviembre de 1.991, (cuyo descubrimiento, en proceso de estudio de rehabilitación integral, ha sido uno de los mayores hallazgos arqueológicos de los últimos tiempos), dispone de independencia para discurrir en una misma dirección o en sentidos opuestos de riego circulante, el primero seccionado por la N – 340 (Barcelona – Cádiz) con destino al Norte hacia el Cerro Ibérico del siglo V a. de C., y el segundo con una longitud aproximada de 170 metros y 24 arcos de medio punto rebajados ligeramente, que se asientan sobre pilares que llegan hasta los 8 metros de altura, y dirigiéndose al Sur para ofrecernos un regadío en continuo que a lo largo del último tercio del siglo XX llegó a regar más de 1.000 tahullas de tierra productiva, pese al decaimiento que comenzó a sufrir el sector agrícola
Esta pieza fundamental de riegos se encuentra incluida en el recinto del Museo Etnológico de la Huerta de Murcia declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional por Real Decreto 1.757/1.982 de 18 de junio.