En la entrada principal se expone una trilladora de principios del siglo XX que trabajó en el campo de Cartagena y una caldera de hierro fundido perteneciente y en homenaje a los conserveros de la Región.

Al Sur del recinto, bajo típicos porches, se sitúa la maquinaria y el carruaje.

Hacia el oeste la Barraca, típica vivienda de la huerta murciana, está acompañada en el exterior por un horno moruno y un pozo de agua. La Barraca consta de dos cuerpos, el primero acoge fogaríl, rincón del tinajero, cañizo para la seda y utensilios domésticos y de menaje; y el segundo es el dormitorio con cama, camastro y cuna, adornado por mobiliario variado. En la parte superior, un cañizo a media altura, crea una cámara que hace la vez de despensa para la conservación de los alimentos y productos para el invierno.

Frente a la Barraca aparece el monumento al Huertano del escultor Anastasio Martínez, pieza fundamental en homenaje al hombre sacrificado al cultivo de la tierra, cavador, labrador y cosechero. Aparece con el traje típico compuesto de camisa, chaleco, manta zurrón, zaragüeles, esparteñas, legón en la mano y a veces para cubrirse del sol, en la cabeza, la simbólica montera que tanto parece un turbante morisco y vestido con su «armaor”, refajo , «zagalejo”, delantal, pañuelo de «vare”, medias de «repizco” y alpargatas.

En el parque central de jardines altos, se encuentra la Aceña o Ñora de Sangre: circuito cerrado de agua canalizada, y la hornacina de la Virgen de la Fuensanta, Patrona de Murcia.

Más al oeste del recinto, junto a la zona monumental, se encuentra el balcón de las palmeras o también llamado «Rincón de los Enamorados”, desde donde se puede contemplar una panorámica semi frontal del majestuoso artilugio de la Noria; como así mismo se puede ver la impresionante obra hidráulica que la mantiene y organiza el control de su funcionamiento.

Punto monumental de visita obligada, la terraza de la Noria, invita a imaginar la historia de la huerta, a través de este entramado hidráulico – arquitectónico compuesto por la confluencia de las acequias Alquibla (Barreras o Mayor), Turbedal y Cequeta, sostenida ésta por el impresionante Acueducto de ladrillo que preside el lugar más emblemático. Este lugar junto con otros restos pétreos, además de la propia imagen al norte, se refiere a la gran construcción de muros y arcos que sujetan el inmenso eje del artefacto estacionado de la Noria, que posee unas dimensiones de 11 metros de diámetro, 1’90 de anchura, dos coronas que incorporan 36 cangilones cada una y unidas por 36 palas curvadas, que son las que reciben el impacto del salto del agua, para desarrollar el propio trabajo de giro, elevándola hasta el canal superior del acueducto a 8 metros de altura de la superficie de la acequia donde la toma.